La Gabrielíada es, con toda evidencia, una travesura de joven poeta jaranero. Pero Pushkin no escribía desde la inocencia literaria, sabía muy bien lo que se hacía. Por un lado, estaba ensayando una forma literaria -poesía narrativa con digresiones líriques-, forma con la que escribiría varios poemas narrativos románticos; por el otro, se inscribía en una tradición clásica de poesía erótico-sacrílega.
Los poetas satíricos de los siglos XVII y XVIII, a su vez, tampoco partían de la nada: la broma grosera a propósito de temas religiosos tiene raíces populares y se pierde en el pasado lejano de los rituales agrícolas de la antigüedad griega y egipcia. Reírse de temas sagrados no implicaba ateísmo o falta de fe. Los rapsodas ciegos rusos, por ejemplo, que cantaban cantos de contenido religioso, cantaban también cantos sacrílegos y sin ser por eso ateos, ni ellos ni el público al que se dirigían. Y en Europa existía el llamado risus Paschalis, un ritual que consistía en que el sacerdote hacía reír con obscenidades el público de la iglesia el domingo de Resurrección. Todo ello, pues, tenía un sentido: la risa purifica, mata la muerte, resucita.
"La Gabrielíada" ( traducida y prologada por Helena Vidal y que aquí presentamos en edición bilingüe) es un bellísimo poema, de gran calidad literaria, con digresiones líricas maravillosas, con humor, con un uso exquisito del lenguaje, simplificado al máximo y, a la vez, denso en sugerencias.
Esto no quita que su contenido ciertamente osado haya provocado siempre reacciones muy vivas.