El Mont. Dessota un cel, es un viaje poético intimista sobre la montaña de la Verge del Mont, que con sus 1 124 metros de altura se convierte en la torre de vigilancia perfecta para divisar los paisajes que configuran nuestro entorno.
El poemario de Ernest Pibernat pretende adentrarse, precisamente, en este paisaje a menudo salvaje, de mal andar, de senderos erguidos entre las rocas, que suben rectos hasta la cima del Santuario. Y es en estos caminos donde los poemas se detienen para glosar parajes bastante singulares, lugares y momentos que configuran imágenes evocadoras, bellísimas, cambiantes en el tiempo, pero que mantienen la esencia y el alma de los ojos de los romeros que siglo tras siglo los han contemplado.
A veces es el mismo paisaje que toma la palabra, que nos habla a través del viento o la neblina para hacernos partícipes de sus afanes y temores, de sus recuerdos más íntimos, de secretos a menudo inconfesables. Y lo hace con un deje novecentista, donde cada palabra se desliza entre el moho del tiempo y la naturaleza. La rima, los recursos expresivos o las figuras que tanto abundan no son sino una excusa formal para captar la belleza antigua, secular, que la montaña rezuma