Sócrates no dejó ningún escrito. Platón pasó ocho años tomando apuntes de lo que decía Sócrates y durante los cincuenta años siguientes pasando los apuntes en limpio e inventando versiones ideales de la realidad.
De Aristóteles no se conserva nada —o casi, quizás— de lo mucho que dicen que dictó o escribió y sí, en cambio, muchos apuntes tomados por sus alumnos sobre lo que dicen que dijo; apuntes perdidos y después encontrados, destruidos y después reconstruidos, corregidos, comentados, traducidos y vueltos a traducir y finalmente editados en lenguas diferentes. Así es como de un maestro oral, de un alumno aplicado y de un supuesto pensador, del que casi todo son versiones de versiones, la cultura occidental ha encontrado los cimientos para levantar su vasto edificio.
A continuación, un grupo de cínicos, hedonistas, escépticos, epicúreos y estoicos fundaron escuelas y nos dejaron chispas dispersas de cómo comportarse en un mundo que parece ser, por otra parte, sin sentido.
Más tarde, la romanidad, larga y pesada, cimentó los sólidos muros que, todavía hoy, aíslan a Occidente de otras civilizaciones.
Sólotendremos que añadir el tejado del judeocristismo para sentirnos confortablemente a cubierto de la intemperie y poder pasar los últimos dos milenios sumergidos en una especie de sueño del conocimiento.
Joaquim Jubert y JMa Uyà con el volumen II de El flâneur a la finestra propone reseguir de manera resumida, secuenciada o salteada, el laborioso despliegue de sus pensamientos.